Antes de comenzar el viaje al Tíbet pasaré unos días en Pekín, una ciudad que me gusta especialmente. Si preguntásemos a la gente que ha visitado China si les gusta más Pekín o Shanghai la mayoría dirían que Shanghai, y es cierto que es una ciudad más cosmopolita, tiene más rascacielos que Nueva York, mucha gente habla inglés, posee el tren más rápido del mundo, el edificio con el mirador más alto del mundo, etc. En Pekín se percibe mejor la auténtica esencia de China, tiene más monumentos que Shanghai, su hutongs con la gente haciendo la vida en la calle, el clima -aunque duro- no es el calor húmedo y pegajoso de Shanghai, y también posee varios records Guinnes (la mayor plaza del mundo -Tianamén- y la Muralla).
Aunque la mayoría de los lugares ya los conocía de mi primer viaje a China, en 1999, me resultaba agradable volverlos a ver. La única excepción fué la Muralla, que no creía que mereciera otro viaje de 30 km para ver un lugar atiborrado de turistas que ya conocía.
Todos los recorridos por Pekín los realicé en metro, con varias líneas que cubren sobradamente los principales puntos turísticos y las estaciones de ferrocarril. El billete, como ya dije, es más barato que en España. El metro es moderno y dentro de los vagones podría parecer perfectamente que nos encontramos en Japón: los chicos y chicas lucen peinados de estética nipona, la mayoría van pendientes de sus teléfonos móviles o Iphones, la forma de vestir es completamente occidental. Quien venga a China pensando encontrarse un país comunista a la antigua usanza se va a llevar un buen chasco. Son comunistas en lo político, pero no en lo económico. Se calcula que un 10% de la población son millonarios (sólo hay que ver los coches que circulan por la calle), aunque también hay gente muy pobre.
Una precaución que ya aprendí en mi primer viaje a China es que siempre hay que llevar una tarjeta del hotel en el que esté ponga la dirección en chino, pues ningún taxista habla inglés y aunque le intentemos decir el nombre en chino o la dirección escrita en inglés no nos entenderá y será imposible hacernos entender.
Comencemos la visita por el
Templo del Cielo. Fué contruído en el siglo XV y se utilizaba para rogar en primavera por una buena cosecha y posteriormente, en otoño, para dar las gracias si la cosecha había sido buena. El edificio principal es un altar central, donde se realizaban las ceremonias.
En la parte exterior existe un parque en el cual los chinos aprovechan para hacer deporte, jugar a diversos juegos de azar (a los cuales los chinos son muy dados) o simplemente descansar.
El siguiente monumento es el Palacio de Verano. Se halla a 12 km de Pekín, dentro de un gran parque, y fué construído en el siglo XVIII. Está en la orilla de un lago artificial y algunas de sus construcciones más importantes son El Gran Corredor, de más de 750 m, usado para que la emperatriz pudiera pasear sin mojarse en los días de lluvia; la pagoda de la Fragancia de Buda, donde la emperatriz acudía a orar una vez al año; el barco de mármol, donde la enperatriz celebraba fiestas y que, evidentemente, no servía para navegar y el Puente de los 17 Arcos, que comunica con una isla central en donde existe un templo al que acudía la emperatriz a rezar.
El lago está repleto de embarcaciones, ya que todo el parque en el que se encuentra el palacio es muy apreciado por los chinos para escapar del sofocante clima de Pekín en verano, sobretodo los fines de semana.
Hacía un mes que se había celebrado el Mundial de fútbol en el que venció España y en donde menos esperaba encontrarme un hincha de la selección era allí.
La Plaza de Tian'anmen está considerada como la más grande del mundo (en ella cabe un millón de personas) y es una visita obligada en Pekín. Atiborrada de turistas en ella se encuentra la Puerta de Tian'anmen, donde Mao proclamó la creación de la República Popular China en 1949; el Mausoleo de Mao, que siempre tiene colas de personas para ver al líder embalsamado; el Museo Nacional de China; el Gran Palacio del Pueblo, sede del gobierno; y el Monumento a los Héroes del Pueblo, entre los más famosos. La Puerta de Tian'anmen es la entrada a la Ciudad Prohibida. Todos los días, muy temprano, se realiza el izado de bandera por parte del ejército en frente de la Puerta de Tian'anmen, y al atardecer se produce el arriado de la misma, acto que congrega a cientos de personas. En esta plaza a cualquier hora encontraremos a turistas de todo el mundo y a muchos turistas chinos.
El
Parque Beihai puede considerarse uno de los más bonitos de Pekín. Tiene un gran lago donde la gente pasea en barco y es un auténtico remanso de paz en medio de la ciudad. En el centro se halla una estupa (monumento funerario) tibetana, construída en el siglo XVII con motivo de la visita del Dalai Lama (líder religioso tibetano).
El
Parque de las Colinas de Carbón se encuentra al norte de la Ciudad Prohibida y desde él se obtiene una de las mejores vistas de ella y de Pekín. Fué construído con la tierra que se extrajo para construir el foso que rodea a la Ciudad Prohibida. Fué para uso exclusivo de los emperadores hasta que en 1928 se abrió al público en general.
La Ciudad Prohibida es quizás uno de los lugares más visitados de China. Construída en el siglo XV fué durante casi 500 años la residencia de los emperadores, desde la dinastía Ming a la dinastía Qing. Estuvo habitada hasta 1912, año en que abdicó el último emperador. Quienes hayan visto la película de igual nombre se pueden hacer una idea, ya que fué la primera vez que el gobierno chino permitió grabar una película dentro (1987). Se llama así porque sólo el emperador y su corte podían acceder a ella. Los emperadores raramente salían de ella.
Todo (como muchas cosas en China) es gigantesco; se considera el mayor palacio del mundo, con 980 edificios y 9999 habitaciones. Sólo un 20% está abierto al público. Hay mucha gente siempre visitándola; pero, al tratarse de un lugar tan enorme, no se tiene sensación de agobio.
El Templo de los Lamas fué construído en el siglo XVII y se considera el templo más importante del budismo tibetano fuera del Tíbet. Destacan en él las grandes estatuas de Buda y los quemadores con ceniza en los que los fieles depositan varillas de incienso, lo cual impregna todo de un olor muy agradable. Siempre se halla repleto de fieles que acuden a hacer sus ofrendas. La calle donde se encuentra el templo está repleta de tiendas donde venden velas y todo tipo de material religioso.
Cerca del hotel donde me alojaba se halla la llamada "Calle de los Fantasmas". En ella se halla la mayor aglomeración de Restaurantes de Pekín: 223 en 1500 m de calle. Se llama así porque a finales del siglo pasado los estudiantes que salían de las discotecas aprovechaban para saciar su hambre en los tenderetes ilegales que aparecían y desaparecían como si fueran fantasmas. Se empieza a animar al atardecer y por la noches está en su pleno apogeo, con toda la calle iluminada de farolillos rojos y varios empleados en la calle tratando de atraer clientes.
El barrio de Qianmen comienza en la partes sur de Tian'anmen. Desde antiguo ha sido el barrio comercial por excelencia y la calle que le da nombre fué recientemente renovada. Esta calle posee en un corto espacio 103 tiendas.
Quienes hayan visto la película "55 días en Pekín" reconocerán esta imagen del comienzo de la calle Qianmen.
El Pekín moderno es una ciudad de grandes avenidas y rascacielos. En el cielo hay una especie de neblina debido a la contaminación.
No puede faltar una visita a la calle Wangfujin, con grandes almacenes a ambos lados donde se puede encontrar de todo.
Y en esa misma calle comienza un callejón donde se halla en Mercado nocturno de Donghuamen, que a pesar de ese nombre está abierto todo el día. Está repleto de puestos con comidas exóticas: escorpiones, serpiente, grillos, gusanos de seda, etc. Aunque está pensado para turistas no está de más probar algunas especies que en nuestro país ni podemos saborear. Los escorpiones fritos están riquísimos, así como los grillos.