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31 ago 2013

SEGUNDO VIAJE A CHINA: Lhasa

Fuera de la estación hay gran cantidad de gente esperando. No se permite a quien no tenga billete acceder al recinto de la estación. Empiezo a buscar a alguien que tenga un cartel con mi nombre, esperando reunirnos un grupo de turistas. Por fin veo a una chica tibetana con una hoja en blanco en la que está escrito mi nombre. Me pone un pañuelo de seda al cuello en señal de bienvenida. Pienso que tendremos que esperar hasta reunirnos todo un grupo pero mi sorpresa grande cuando me dice que vayamos hacia el coche. Ya comenté en una entrada anterior lo barato que me había parecido el paquete de la agencia china para mi viaje al Tibet. Aun así, yo pensaba que me integrarían en un grupo pero me quedo muy sorprendido cuando veo que voy a tener un guía, un chofer y un vehículo solo para mi. Me presenta al chofer tibetano y montamos en el vehículo, un todoterreno completamente nuevo.
Quien espere llegar a la Lhasa y encontrarse una ciudad como la de que te escribía Harrier en el libro "Siete años en el Tibet" se llevará un buen chasco, pues ahora es una capital de 250.000habitantes. Lhasa se encuentra a una altitud de 3650 m y no son nada raro dolores de cabeza durante los primeros días. Yo no tuve dolor de cabeza pero sí los dos primeros días una sensación de pesadez.Voy a alojarme en un hotel en la parte vieja, cerca del templo de Jokhan.
En el año 2008 se produjeron graves incidentes en Lhasa que causaron, según fuentes oficiales, 19 muertos. En la avenida principal la presencia policial es constante. En algunas esquinas hay puestos fijos de policía con material antidisturbios y también están patrullando continuamente a pié.
A la mañana siguiente mi guía tibetana viene a buscarme al hotel para comenzar la visita de la ciudad. Comenzamos por el famoso palacio del Potala, la residencia de los Dalai Lama (jefes espirituales del budismo tibetano) hasta 1959, cuando el último Dalai Lama se exilió en la India. Es una imponente construcción, reconstruida en el siglo XVI, que tiene una altura de 13 pisos, 1000 habitaciones y 10.000 capillas. Está dividido en el palacio blanco, dónde estaba el dormitorio del Dalai Lama y de los monjes; y en el palacio rojo, en el cual se hallaban las salas de oración y las tumbas de otros Dalai Lama.






En las calles de los alrededores el movimiento de los peregrinos es incesante. En muchas paredes hay ruedas de plegarias que los peregrinos hacen girar.









Por la tarde aprovecho para dar un paseo por Lhasa. En la ciudad nueva las tiendas son la mayoría de chinos han en la parte vieja pertenecen a tibetanos.










Otra de las visitas principales es el Templo de Jokhang, el centro espiritual de la ciudad y uno de los más importantes del budismo tibetano. Fue construido en el siglo VII. Cada día miles de peregrinos venidos de todas las partes del Tibet lo visitan. 









En los alrededores se halla la calle Barkhor, donde los peregrinos realizan un circuito circular alrededor del templo en el sentido de las agujas del reloj. La calle se halla repleta de tiendas con recuerdos para peregrinos y turistas.


También visitamos el Norbulingka, un palacio construido en el siglo XVIII y que fue residencia estival de los sucesivos Dalai Lama. Se halla adentro de un bonito parque al cual acudin muchos tibetanos a pasar la tarde y merendar. Aquí se halla único zoológico que existe en el Tibet.





                                           









16 ago 2013

SEGUNDO VIAJE A CHINA: Tren Pekín-Lhasa

Los días que he pasado en Pekín he aprovechado para hacer varias visitas a la agencia encargada de tramitarme el permiso para el Tibet y los billetes de tren y avión. Para visitar el Tibet hace falta un permiso especial y sólo se otorga si se ha contratado el viaje (al Tíbet) a través de una agencia china. Yo lo hice todo con una agencia de Pekín a través de Internet antes de viajar a China.  Una vez allí sólo tuve que ir un par de veces a la agencia. La verdad es que fueron muy eficientes.
El ferrocarril que va de Pekín a Lhasa, la capital del Tibet, se inauguró en el 2006. Antes sólo llegaba hasta Golmud, en la provincia de Qinghai. Fue toda una obra de ingeniería. El segundo día de viaje el 80% del recorrido transcurre por encima de los 4000 m. El punto más alto que se alcanza es el paso de
Tanggula, a 5072 m. También posee que el túnel a mayor altitud del mundo, a 4905 m. el problema principal en su construcción fue que más de 600 km de su recorrido transcurre sobre terreno congelado que en verano se derrite y se crea una especie de fango. Los vagones van presurizados como los de los aviones, debido a la altitud, y en cada compartimento hay una salida de oxígeno por si alguien lo necesita. Un servicio médico a bordo entrega las mascarillas de oxígeno a quien lo precise.
Yo he cogido una reserva en compartimento de cama blanda. En China los compartimentos se dividen en cuatro categorías:
-cama blanda: compartimento con cuatro literas, el equipaje se lleva dentro del compartimento, tiene puerta al pasillo, muchos están equipados con toma de auriculares y televisión individual en cada litera
-cama dura: compartimentos de seis literas, el equipaje va afuera del compartimento (en frente), no tiene puerta al pasillo, las literas son más estrechas que en los compartimentos de cama dura
-asiento blando: equivaldrían a primera clase en España, muy cómodos y todo el mundo va sentado
-asiento duro: son, nunca mejor dicho, un auténtico martirio chino; puede ir más gente que asientos disponibles, de pie; la gente come pipas y escupe las cáscaras en el suelo, cuando tienen que ir al servicio al pasar te pisan, el equipaje lo llevas entre las piernas...
En los múltiples viajes que he realizado por China en tren reprobado las cuatro categorías. La única que recuerdo con horror es el asiento duro. Menos mal que sólo fue un par de horas. Me tocó ir de pie, con gente escupiendo cáscaras de pipas al suelo, acabé lleno de pisotones... En cambio las otras tres son super cómodas. Yo ya había realizado un viaje en litera en China durante mi primer viaje, en 1999, y quedé gratamente sorprendido por la comodidad y puntualidad.
Los trenes llevan un vagón restaurante donde se puede comer a la carta y no es nada caro; además continuamente van pasando carritos donde se puede comprar comida. Cuando para en las estaciones también hay gente que vende comida. Todos los trenes lleva en cada vagón un grifo con agua caliente. A la hora de la comida de la cena hay un continuo ir y venir de gente con unos bowl de comida liofilizada a la que sólo hay que echarle agua. Esta comida se puede encontrar en cualquier supermercado y yo también compré algunos para mis viajes en tren.
Por fin el día que da comienzo mi viaje en tren al Tibet cojo un taxi para la estación Oeste de Pekín. En el trayecto voy pasando por una parte de Pekín que aún no conocía y me impresionan los grandes rascacielos construidos recientemente. Podría parecer perfectamente que nos encontramos en cualquier ciudad norteamericana. Al llegar a la estación una marea de miles de personas se dirige hacia ella como si estuvieran en una manifestación. La estación Oeste es un edificio gigantesco de varias plantas. Por ella pasan cada día 300.000 personas. Todo aquí es enorme: el vestíbulo central, los vestíbulos laterales, multitud de andenes…
Para poder acceder a la estación hay que hacer una larga cola, pues hay que pasar el equipaje por un detector, igual que los aeropuertos. Una vez dentro miro en el gigantesco panel del vestíbulo central el andén del que saldrá mi tren y me dirijo al vestíbulo lateral que corresponde al citado andén. Hay cientos de personas esperando y algunas de ellas van con los típicos vestidos tibetanos. En China hasta cinco minutos antes de la salida del tren no se puede acceder a los andenes. Cuando estoy sentado en el vestíbulo esperando noto que me dan en el hombro. Es un chino que no conozco de nada y que viaja con su hija ofreciéndome comida de una bolsa de patatas fritas que acaban de abrir. Yo creo que es la primera vez que en una transporte público alguien me ofrece comida sin conocerme de nada.
Por fin a las 8:55 de la noche se autoriza a que pasemos al andén. El tren es larguísimo, con más de 13 vagones. A mi me ha tocado una de las literas de arriba y en el compartimento viaja una pareja de austriacos muy jóvenes. En cada vagón hay un encargado que te pide el billete al subir al tren y lo guarda una carpeta y se ocupa de avisarte con antelación antes de llegar a tu destino.
A las 9:00 en punto de la noche el tren se pone en marcha. Tengo por delante 4200 km y 45 horas hasta  Lhasa, todo de un tirón. Va a ser el viaje más largo en ferrocarril que he realizado en mi vida.
La cama es super cómoda. A los piés tengo un monitor de televisión, aunque da igual que lo encienda porque no me voy a enterar de nada, también tiene enchufes individuales en cada cama y en la cabecera de cada litera hay una toma de oxígeno por si alguien le fuera necesario debido a la altitud que transcurrirá el viaje en el segundo día (desde que se inaguró la línea ya ha fallecido más de un pasajero). Nada más ponerse el marcha comieza una procesión de gente por el pasillo hacia lugar donde se encuentra el grifo de agua caliente para prepararse la comida en los recipientes que ya han comprado. La pareja de chicos austriacos casi no abre la boca, ni siquiera entre ellos. Al poco tiempo de cenar me quedo dormido y aunque me despierto algunas veces por la noche la verdad es que duermo muy plácidamente. Al día siguiente casi todo el viaje transcurre a través de la Meseta de Loes, un paisaje que ya conocía de mi primer viaje en tren a China 11 años antes. El paisaje es árido y monótono. Cuando hace alguna parada algo más larga aprovecho para bajar a estirar las piernas.


Aprovecho el tiempo sobretodo para leer y también me doy algunos paseos por los diferentes vagones del tren para ver a los chinos tal como son.
Aunque la costumbre de escupir en el suelo va desapareciendo en China todavía hay gente que no la pierde  y es necesario recordárselo.


En uno de mis paseos por el tren descubro en el mismo vagón a un grupo de cuatro españoles. Son dos parejas de Logroño que también se dirigen a Lhasa por su cuenta.





También realizo unas cuantas escapadas hablamos restaurante para tomar alguna bebida. Cuando me acuesto ese día ya llevo unas 27 horas en el tren. Cuando me despierte al día siguiente ya estaremos en la provincia de Qinghai. La mayor parte de esta provincia es una meseta elevada, y en realidad es una prolongación del Tibet, al cual perteneció hasta 1928.
Al día siguiente me despierto muy temprano, casi cuando aún es de noche. Descorro un poco la cortinilla de la ventana y el paisaje que veo es espectacular. Todo ha cambiado por completo: al fondo veo montañas cubiertas de nieve perenne, que miden más de 5000 m. Se empiezan a ver los primeros poblados, cuya arquitectura estéticamente tibetana. También las primeras manadas de Yaks animal típico del Tibet y Nepal. A medida que va avanzando el tren las montañas son cada vez más altas y los glaciares de mayor extensión. Durante bastantes kilómetros vamos avanzando al lado del lago Qinghai, a 3200 m de altitud, el cual es el mayor lago salado de China. Dentro de cada vagón va apareciendo continuamente la temperatura exterior, altitud y distancia hasta Lhasa. Se pasa por una solitaria estación, la de Tanggula, la más elevada del mundo, a 5060 m y poco después se alcanza la mayor altitud del recorrido, el paso de Tanggula, a 5072 m. a partir de aquí se accede a la provincia del Tibet y ya todo será descenso hasta Lhasa.





                                         

                                           

Por fin el panel el interior de cada vagón nos informan de que estamos a
punto de llegar a Lhasa.




El viaje termina. Llegamos a la Lhasa alrededor de las cinco de la tarde He pasado en el tren 45 horas seguidas y recorrido 4200 km. El segundo día al 80% del viaje se ha realizado por encima de los 4000 m. 
Soy el primero que desciendo del vagón y me encuentro con un comité de recepción con fotógrafo, una chica con un ramo de flores, una alfombra roja en el suelo y varias personas haciendo pasillo. Pienso que si ocurrirá como en España antiguamente, que cuando llegaba el turista 3 millones había un comité de recepción esperándole, salía en la tele, le entregaban un ramo de flores y le invitaban a varias noches gratis de hotel. No me creo que pudiera tener tanta suerte. Todos se quedan con cara de asombro cuando me ven descender y es que el comité de recepción no era para mí, si no para el personaje que viene detrás con su mujer y varias personas más de escolta. Debe de ser una autoridad importante.
Por fin estoy en el Tibet, el lugar tantas veces soñado. La cabeza se nota un poco pesada debido a la altitud. A la estación no dejan acceder a nadie de la gente que hay esperando fuera. Hay que pasar por un pasillo de policías a cada lado. Ahora tengo que encontrar al guía que tiene que estar esperándome.






2 ago 2013

SEGUNDO VIAJE A CHINA: Pekín

Antes de comenzar el viaje al Tíbet pasaré unos días en Pekín, una ciudad que me gusta especialmente. Si preguntásemos a la gente que ha visitado China si les gusta más Pekín o Shanghai la mayoría dirían que Shanghai, y es cierto que es una ciudad más cosmopolita, tiene más rascacielos que Nueva York, mucha gente habla inglés, posee el tren más rápido del mundo, el edificio con el mirador más alto del mundo, etc. En Pekín se percibe mejor la auténtica esencia de China, tiene más monumentos que Shanghai, su hutongs con la gente haciendo la vida en la calle, el clima -aunque duro- no es el calor húmedo y pegajoso de Shanghai, y también posee varios records Guinnes (la mayor plaza del mundo -Tianamén- y la Muralla).
Aunque la mayoría de los lugares ya los conocía de mi primer viaje a China, en 1999, me resultaba agradable volverlos a ver. La única excepción fué la Muralla, que no creía que mereciera otro viaje de 30 km para ver un lugar atiborrado de turistas que ya conocía.
Todos los recorridos por Pekín los realicé en metro, con varias líneas que cubren sobradamente los principales puntos turísticos y las estaciones de ferrocarril. El billete, como ya dije, es más barato que en España. El metro es moderno y dentro de los vagones podría parecer perfectamente que nos encontramos en Japón: los chicos y chicas lucen peinados de estética nipona, la mayoría van pendientes de sus teléfonos móviles o Iphones, la forma de vestir es completamente occidental. Quien venga a China pensando encontrarse un país comunista a la antigua usanza se va a llevar un buen chasco. Son comunistas en lo político, pero no en lo económico. Se calcula que un 10% de la población son millonarios (sólo hay que ver los coches que circulan por la calle), aunque también hay gente muy pobre.
Una precaución que ya aprendí en mi primer viaje a China es que siempre hay que llevar una tarjeta del hotel en el que esté ponga la dirección en chino, pues ningún taxista habla inglés y aunque le intentemos decir el nombre en chino o la dirección escrita en inglés no nos entenderá y será imposible hacernos entender.
Comencemos la visita por el Templo del Cielo. Fué contruído en el siglo XV y se utilizaba para rogar en primavera por una buena cosecha y posteriormente, en otoño, para dar las gracias si la cosecha había sido buena. El edificio principal es un altar central, donde se realizaban las ceremonias.


En la parte exterior existe un parque en el cual los chinos aprovechan para hacer deporte, jugar a diversos juegos de azar (a los cuales los chinos son muy dados) o simplemente descansar.





El siguiente monumento es el Palacio de Verano. Se halla a 12 km de Pekín, dentro de un gran parque, y fué construído en el siglo XVIII. Está en la orilla de un lago artificial y algunas de sus construcciones más importantes son El Gran Corredor, de más de 750 m, usado para que la emperatriz pudiera pasear sin mojarse en los días de lluvia; la pagoda de la Fragancia de Buda, donde la emperatriz acudía a orar una vez al año; el barco de mármol, donde la enperatriz celebraba fiestas y que, evidentemente, no servía para navegar y el Puente de los 17 Arcos, que comunica con una isla central en donde existe un templo al que acudía la emperatriz a rezar.




El lago está repleto de embarcaciones, ya que todo el parque en el que se encuentra el palacio es muy apreciado por los chinos para escapar del sofocante clima de Pekín en verano, sobretodo los fines de semana.



Hacía un mes que se había celebrado el Mundial de fútbol en el que venció España y en donde menos esperaba encontrarme un hincha de la selección era allí.


La Plaza de Tian'anmen está considerada como la más grande del mundo (en ella cabe un millón de personas) y es una visita obligada en Pekín. Atiborrada de turistas en ella se encuentra la Puerta de Tian'anmen, donde Mao proclamó la creación de la República Popular China en 1949; el Mausoleo de Mao, que siempre tiene colas de personas para ver al líder embalsamado; el Museo Nacional de China; el Gran Palacio del Pueblo, sede del gobierno; y el Monumento a los Héroes del Pueblo, entre los más famosos. La Puerta de Tian'anmen es la entrada a la Ciudad Prohibida. Todos los días, muy temprano, se realiza el izado de bandera por parte del ejército en frente de la Puerta de Tian'anmen, y al atardecer se produce el arriado de la misma, acto que congrega a cientos de personas. En esta plaza a cualquier hora encontraremos a turistas de todo el mundo y a muchos turistas chinos.











                                          

                                         

El Parque Beihai puede considerarse uno de los más bonitos de Pekín. Tiene un gran lago donde la gente pasea en barco y es un auténtico remanso de paz en medio de la ciudad. En el centro se halla una estupa (monumento funerario) tibetana, construída en el siglo XVII con motivo de la visita del Dalai Lama (líder religioso tibetano).







El Parque de las Colinas de Carbón se encuentra al norte de la Ciudad Prohibida y desde él se obtiene una de las mejores vistas de ella y de Pekín. Fué construído con la tierra que se extrajo para construir el foso que rodea  a la Ciudad Prohibida. Fué para uso exclusivo de los emperadores hasta que en 1928 se abrió al público en general.







La Ciudad Prohibida es quizás uno de los lugares más visitados de China. Construída en el siglo XV fué durante casi 500 años la residencia de los emperadores, desde la dinastía Ming a la dinastía Qing. Estuvo habitada hasta 1912, año en que abdicó el último emperador. Quienes hayan visto la película de igual nombre se pueden hacer una idea, ya que fué la primera vez que el gobierno chino permitió grabar una película dentro (1987). Se llama así porque sólo el emperador y su corte podían acceder a ella. Los emperadores raramente salían de ella.
Todo (como muchas cosas en China) es gigantesco; se considera el mayor palacio del mundo, con 980 edificios y 9999 habitaciones. Sólo un 20% está abierto al público. Hay mucha gente siempre visitándola; pero, al tratarse de un lugar tan enorme, no se tiene sensación de agobio.






El Templo de los Lamas fué construído en el siglo XVII y se considera el templo más importante del budismo tibetano fuera del Tíbet. Destacan en él las grandes estatuas de Buda y los quemadores con ceniza en los que los fieles depositan varillas de incienso, lo cual impregna todo de un olor muy agradable. Siempre se halla repleto de fieles que acuden a hacer sus ofrendas. La calle donde se encuentra el templo está repleta de tiendas donde venden velas y todo tipo de material religioso.






                                         

Cerca del hotel donde me alojaba se halla la llamada "Calle de los Fantasmas".  En ella se halla la mayor aglomeración de Restaurantes de Pekín: 223 en 1500 m de calle. Se llama así porque a finales del siglo pasado los estudiantes que salían de las discotecas aprovechaban para saciar su hambre en los tenderetes ilegales que aparecían y desaparecían como si fueran fantasmas. Se empieza a animar al atardecer y por la noches está en su pleno apogeo, con toda la calle iluminada de farolillos rojos y varios empleados en la calle tratando de atraer clientes.



El barrio de Qianmen comienza en la partes sur de Tian'anmen. Desde antiguo ha sido el barrio comercial por excelencia y la calle que le da nombre fué recientemente renovada. Esta calle posee en un corto espacio 103 tiendas.







Quienes hayan visto la película "55 días en Pekín" reconocerán esta imagen del comienzo de la calle Qianmen.


El Pekín moderno es una ciudad de grandes avenidas y rascacielos. En el cielo hay una especie de neblina debido a la contaminación.






No puede faltar una visita a la calle Wangfujin, con grandes almacenes a ambos lados donde se puede encontrar de todo.







Y en esa misma calle comienza un callejón donde se halla en Mercado nocturno de Donghuamen, que a pesar de ese nombre está abierto todo el día. Está repleto de puestos con comidas exóticas: escorpiones, serpiente, grillos, gusanos de seda, etc. Aunque está pensado para turistas no está de más probar algunas especies que en nuestro país ni podemos saborear. Los escorpiones fritos están riquísimos, así como los grillos.