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4 oct 2014

TERCER VIAJE A ETIOPIA: Turmi

Ahora me dispongo a pasar una semana en Turmi, principal poblado, junto con Dimeka, de la tribu Hamer. En mis dos viajes anteriores también pasé aquí algunos días. Me encuentro con amigos que conocí en otros viajes y que se acuerdan de mí, entre ellos mi amiga Gadi.





En Gadi se puede comprobar la belleza innata de las mujeres hamer.
Me comenta que su marido está con paludismo y ella no tiene dinero (20 céntimos de euro) que cuesta el tratamiento. se lo compro yo mismo en el dispensario, aunque tengo mis dudas que el marido lo use para curarse, ya que es un alcohólico perdido y no me extrañaría que lo revendiese para obtener más dinero con el que emborracharse. Le auguro una corta vida al marido. Si ya es por sí dura la vida allí, encima añadimos el alcoholismo (seguramente debía de tener una cirrosis) y la esperanza de vida es muy y corta. Y quizás para ella fuera una liberación pues estoy seguro de que la maltrata físicamente.
Su hijo tiene dos años más que cuando le conocí.



Tras volver de mi segundo viaje a Etiopía un día descubrí, al pasar por la tienda del Círculo de Lectores un libro llamado "Lejana Africa". No pude menos de comprármelo. Es de un fotógrafo italiano Gianni Giansanti que aproximadamente en la época que realicé mi primer viaje allí (2003) recorrió el bajo Omo  y plasmó todo lo que vió en ese maravilloso libro que recoge la vida cotidiana de las seis principales tribus. Desgraciadamente falleció en 2009 víctima de un cáncer.


En este tercer viaje apareció por la zona de acampada una niña hamer junto con otros de los que yo conocía. No la había visto en los viajes anteriores pero enseguida la reconocí, pues había varias fotos suyas en el libro anteriormente citado. Vivía con su madre, viuda y se llamaba Toro.





Varios años después hablar con un guía español que visita asiduamente la zona y me dijo que Toro estaba completamente aculturizada. Me enseñó una foto y era para llorara: con un vestido, los labios y los ojos pintados, peinada estilo occidental. ¡Qué decepción! Muchas veces uno se pregunta si el contacto de esta gente con la civilización occidental no habrá producido más perjuicios que beneficios.
También conocí a un chico como de unos 18 años que tenía una pierna amputada. Me explicaron que le había picado una serpiente venenosa y, llevado a un dispensario que tienen en Jinka médicos noruegos, no les quedó otra opción que amputar la pierna para salvar su vida. Siento lástima por él, ya que no sé cómo se ganará la vida en el futuro, sin poder pastorear el ganado. De haber nacido sin la pierna seguramente ya no estaría vivo, pues los ancianos del poblado se lo abrían arrebatado a los padres para darle muerte pensando que si no llevaría la desgracia a la tribu (los niños minguis, como expliqué en el relato de mi primer viaje).
Entre las amistades que ya conocía de otros viajes y las que hice en este es la primera vez que no tuve que pagar nada por hacer fotos. Hice todas las que quise, hasta posaban para que los retratase.







Al ser el mes de octubre ya no había tantos turistas y varios días fui yo la única persona que estaba en el camping. Siempre tenía hamers por allí a verme, muchos a ver si podían sacar algo de mí, es decir a que les comprase cosas que decían que necesitaban. Era imposible satisfacer las necesidades de todos. Ya me lo dijo una vez mi amigo Gele, que siendo de su misma tribu de los conoce bien: a un hamer cuanto más le das más te pide. Nunca se daban por satisfechos. Yo ya sabía lo que ocurría en muchos casos, tras haberlo aprendido en los dos viajes anteriores: comprabas unas sandalias a un niño o a una niña y al día siguiente aparecían de nuevo descalzos, pues su padre o hermanos se las habían quitado y las habían vendido.
Los niños pequeños se tienen que ocupar de sus hermanos menores.  Los llevaban a la espalda y la verdad es que no sé cómo podían aguantar ese peso.







Otro día, mientras que estaba comiendo en uno de los bares, aparecieron tres mujeres a verme. A una ya la conocía de los dos viajes anteriores. Se puede apreciar la belleza de las mujeres hamer.




Un día le dije a Gele que quiero ir a conocer el poblado donde vive Xilo. Xilo es una niña de unos 12 años que conocimos en el primer viaje. Se hizo muy amiga del grupo aquel año y en mi viaje del año pasado la compré unas sandalias para ella y sus hermanos. Gele me ha dicho que pronto se casará. Acaba de pasar hace unos días su primera ceremonia del salto del toro, donde los maz les marcan las espalda con una vara y para ellas son un orgullo esas cicatrices. Tiene la espalda con cicatrices, algunas de las cuales aún le sangran. Me dijo que le duele mucho y que ha tenido fiebre. Me da pena, tan pequeña. Le dí con betadine y un analgésico. Gele me dijo que no tardaría mucho en casarse




Caminamos dirección a Omorate por la pista y luego nos desviamos por otra a la izquierda. Tras varias horas llegamos a una modesta choza. Allí está Xilo. Se pone muy contenta. También hay varios hermanos. He comprado algunos regalos para la familia. Nos hacemos fotos de recuerdo.



Gele me va a llevar a conocer otro poblado delos que están más retirados de Turmi y donde no llegan turistas. Cogemos una pista dirección sur y en menso de una hora llegamos. Los hombres están reunidos en el centro del poblado con la cara pintada de sus pinturas de guerra. La verdad es que impresionan. Recuerdo que Gele me dijo que recientemente los dassanech, una tribu enemiga de los hamer, habían hecho una incursión de noche y seccionaron las tuberías de goma por donde llega agua a Turmi desde un pozo cercano. No creo que ahora los hambre estén preparando una acción de represalia. Más bien parece relacionado con las ceremonias del salto del toro que se celebran en esta época.



Al llegar nos dicen que hay una niña muy enferma, con bastante fiebre. Posiblemente sea paludismo. Aquí la mortalidad por esta enfermedad es elevada. No veo otra opción que llevarla al dispensario en Turmi. Nos acompaña un hermano. En el dispensario les digo a las enfermeras que yo le pagaré la estancia y en tratamiento (una cantidad ridícula pero que los padres, muy pobres, no pueden afrontar). También le compro zumo y galletas (allí no está incluida la comida). El día que me fui de Turmi ya le iban a dar el alta. Le dejé comprada comida para los días que faltaban. Los padres, muy agradecidos, me invitaron a ir a su poblado, que está a varios días de viaje de Turmi (habían ido a la aldea donde les conocí a visitar a unos familiares).


Un día por la tarde Gele me dice que al día siguiente habrá una ceremonia del salto del toro en un poblado cercano. En mis dos viajes anteriores no había podido presenciarlo. Durará casi todo el día.
Al día siguiente Gele acude a buscarme para acudir a la ceremonia. se celebrará en un poblado cerca de Turmi. Mediante esta prueba el joven que la realiza pasará de la pubertad a la edad adulta y podrá elegir mujer. Si no lo lograse significaría que no podría casarse y para su familia sería una deshonra. 
La prueba consiste en pasar por encima de varias vacas (más pequeñas que las de España) puestas transversalmente en uno y otro sentido varias veces sin caerse.
Nos dirigimos al lugar elegido para la ceremonia y esperamos. Al poco rato aparece un grupo de chicas hacer danzando. Llevan unas trompetillas que están continuamente tocando.




Más tarde los hombres llegados desde diferentes poblados se adornan la cara con pinturas. Aparece el chico que va a pasar la prueba. Siempre llevan un peinado especial para la ocasión.


Ahora ocurre un acto que para la mentalidad occidental resulta incomprensible: un hombre de otro poblado (llamado maz) azota con una vara a las mujeres. Es una prueba para demostrar éstas que son fuertes y podrán sobrellevar todas las tareas que de ellas se esperan. Lo curioso es que son ellas las que animan a los hombres a azotarlas, pues es un motivo de orgullo lucir esas cicatrices en la espalda.  
La verdad es que los primeros días no lo deben de pasar nada bien. Las cicatrices les sangran, muchas tienen fiebre y los dolores les duran varios días. 


Más tarde se reúnen los ancianos y miran los intestinos de una cabra que han matado para adivinar el futuro. Los hombres después se reúnen en círculo y realizan diversas plegarias.



Luego viene la prueba principal, el salto de las vacas. Los hombres ponen varias vacas juntas y el joven pasa por encima en uno y otro sentido varias veces sin caerse, pasando triunfalmente la prueba.
Sin saber muy bien la razón, uno de los ancianos se acerca y nos prohibe sacar fotos de ese momento a los turistas que lo presenciábamos.
Gele me llama para presentarme a su madre y a su hermana pequeña. 


La madre se halla detrás de la hermana.

Vuelvo contento a Turmi por haber podido al fin presenciar esta curiosa ceremonia.

Los días en Turmi van tocando a su fin. Cuando vine la primera vez, hace 2 años no pensaba que acabaría llegando por mi cuenta hasta este remoto lugar. Ha sido una experiencia única los 10 días pasados con los hamer. No sé cuando volveré y me da pena perder de vista a mis amigos.