Vistas de página en total

19 ene 2015

TERCER VIAJE A ETIOPÍA: Addis y fin de viaje.

Tras el regreso de Harar paso el último día en Addis antes de coger el vuelo de vuelta. La presencia policial continua siendo constante en las calles. 
En el hotel me encuentro con un español que conocí en el mismo sitio cuando llegué hace un mes. Ha viajado también a Harar y está esperando a que venga su mujer a Etiopía para visitar el Valle del Omo. Me dice que ha pasado una noche infernal, con diarrea sanguinolenta y dolores abdominales. En frente del hotel hay un hospital privado y allí nos dirigimos. Por dentro no tiene nada que envidiar a cualquier hospital de nuestro país. Nos atiende una enfermera que habla inglés. Le dicen que vaya al hotel y en la siguiente deposición lleve una muestra de heces. Así lo hace y tras analizarlas le informan de que tiene una infección por amebas. Le recetan unas cápsulas que tendrá que tomar durante varios días. Piensa que se contagió al comer unas verduras crudas.
Le llevo a conocer  Bole, el barrio chick de Addis, con sus restaurantes, tiendas de ropa, cafeterías y supermercados a la europea. Mi preferido es el New York Café. Se come muy bien y sus batidos y helados están riquísimos. Por la noche nos despedimos y le digo que le encantará el Valle del Omo.
Esa misma noche cojo el avión hacia Roma, donde haré escala. El aeropuerto está lleno de musulmanes (30% de la población de Etiopía) que van de peregrinación a la Meca. Recuerdo tres años atrás cuando hice escala en Addis en un viaje procedente de Tanzania y me prometí que al año siguiente tenía que visitar Etiopía. Ahora no sé cuando regresaré pero es seguro que lo haré. Aún tengo que visitar Lalibela, la tribu surma y por supuesto el Valle del Omo de nuevo. Dejo buenos amigos aquí.
Al llegar a España me entero de que el último día que estuve en Addis se produjeron graves disturbios en la zona del Merkato, con varios muertos. Por fin la situación estalló. En los días siguientes los muertos aumentaron y los disturbios se extendieron por todo el país. El amigo con el que estuve el último día me envió un correo cuando llegó a España en el que me dijo que en Arba Minch decidieron cancelar el viaje al Valle del Omo y regresar a España. 

27 dic 2014

TERCER VIAJE A ETIOPÍA: Harar

Nuevo viaje a Harar, tras el fracasado intento nada más llegar a Etiopía. Esta vez, para que no me ocurra como la anterior, llevo todo el equipaje de mano. Vuelvo a realizar de nuevo el vuelo Addis-Dire Dawa. Regreso al mismo aeropuerto casi un mes después.  Cojo un taxi a Dire Dawa Y desde allí una furgoneta de transporte publico que me lleva directamente a Harar.
Harar es la cuarta ciudad santa del Islam. Se halla a 150 km de la frontera de Somalia, A 500 km de Addis Abeba y a una altitud de 1885 m, por eso el clima es más benigno que en Dire Dawa y hace menos calor. Tiene 82 mezquitas. Está declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. El 75% de su población es musulmana





Lo primero que hago al llegar de buscar un hotel fuera de la zona amurallada.  Luego, tras dejar mi equipaje, me dirijo hacia la ciudad antigua y penetro en la muralla por una de sus cinco puertas. Me dedico a callejear por las estrechas callejuelas de la ciudad. También visito algún mercado y la casa donde vivió el poeta Rimbaud. Veo a pocos turistas por aquí. La mayoría de las veces soy el único occidental vagandando por las callejuelas. La gente es muy amable y el sentido de hospitalidad de los musulmanes se hace notar por todas partes.


















En la principal plaza de la ciudad me encuentro con unos amigos españoles que conocí en Turmi. Me dice que han conocido a un español de Barcelona que lleva años viviendo en Harar y se ha convertido al islam. Me dice que han quedado con él por la tarde en la terraza de esa plaza. Allí estoy a la hora convenida. Nuestro amigo es de Barcelona y se dedica a pintar cuadros. Está casado con una etíope de Harar. Lleva el típico gorro de los musulmanes. Aunque le invitamos a tomar algo no prueba nada, pues estamos en el mes del Ramadán. Al día siguiente mis amigos españoles me contaron que les había invitado a su casa y conocieron a su mujer. 
Les comento a los españoles que me gustaría ver al famoso hombre de las hienas y ellos me dicen que han quedado con una persona que les llevará a verlo al anochecer. Las hienas siempre han tenido una relación especial con Harar. Antiguamente las puertas de la muralla se cerraban por la noche para evitar el paso de bandidos o animales salvajes. Luego descubrieron que sí, a través de unos huecos en la muralla, dejaban pasar a las hienas, terminarían con la basura acumulada Y se evitaría ataques a personas. Los ataques de hienas a personas en los alrededores no son raros, sobre todo a niños, pero en Harar nunca han atacado a nadie. Hay un hombre que les da de comer todas las noches y se ha convertido en una atracción turística. Hagamos el precio convenido al chico que nos va a llevar a verlo Y por oscuras callejuelas nos dirigimos al lugar donde se realiza la exhibición. Cuando llegamos ya les está dando de comer. Está sentado en el suelo y tienen un palo en la boca de donde cuelga un trozo de carne. Una hiena se acerca y toma el trozo de carne huyendo después para comérsela. Habrá unas ocho hienas, algunas de gran tamaño. A veces se pelean entre ellas para ser la primera que llega al palo. Nunca he tenido una hiena tan cerca y la verdad es que impresiona bastante. Algunas, cuando se pelean y retroceden, chocan contra mi pierna. No me atrevo ni a moverme. Es el animal que tiene las mandíbulas más fuertes de la naturaleza. De un solo mordisco podría arrancarme un brazo  sin el menor problema.









24 dic 2014

TERCER VIAJE A ETIOPÍA: Arba Minch-Addis

En el hotel Swaynes me encontrado con Yared, un conductor que conocí en un viaje anterior y que vuelve con un grupo de turistas del Valle de Omo. Le cuento que estoy tratando de conseguir vuelo hasta Addis y él me dice que en uno de los 4x4 queda una plaza libre, que podemos hablar con el chofer. Hablamos con él y me dice que me puede llevar hasta Addis. El precio no me parece caro, así que ante la perspectiva de estar otro día más en Arba Minch con los dos tipos de ayer siguiéndome o llegar al día siguiente a Addis opto por la segunda opción.
El viaje de vuelta, que ya he realizado varias veces más, se me hace muy que tedioso. Pasamos, como en los viajes anteriores, por sitios donde acaban de ocurrir choques frontales entre camión y autobús. Por el estado en que han quedado los autobuses intuyo que el número de víctimas ha sido elevado. Y a punto estamos nosotros de sufrir un percance similar. Tras un cambio de rasante aparece un carro tirado por burros. Frenar es casi imposible ya. El conductor intenta esquivarlo mediante un rápido adelantamiento pero en ese momento aparece en sentido contrario un camión. El camión se orilla todo lo que puede a su derecha y pasamos paralelos el camión nosotros y el carro. Yo, que voy sentado en la parte izquierda , ya me ví empotrado contra el camión.  Le he visto pasar a escasos centímetros a mi lado. Se ha llevado por delante el espejo retrovisor izquierdo.
Por fin llegamos a Addis. La atmósfera sigue siendo tan tensa como cuando me fui, con policía y soldados patrullando constantemente. Como aún me quedan algunos días tengo la opción de adelantar el vuelo hacia España o ir a Harar. Hablo con algunos amigos etíopes y me dicen que no creen Que a corto plazo vaya a estallar la situación. Por eso decido visitar Harar. Espero que esta vez no me ocurra como el principio del viaje con el equipaje.  Voy a la oficina de Ethiopian y adquiero un billete. Pasaré un par de días en Harar.

18 dic 2014

TERCER VIAJE A ETIOPÍA: Turmi-Arba Minch.

Ahora me queda el regreso a Addis por carretera. Casi 1000 km, unos 300 por pistas en muy mal estado. No sé los días que puedo tardar. Por eso he dejado un colchón de días hasta la fecha de regreso a España. Hay que encontrar un camión que se dirija a hacia Weyto. De enterarse se encarga mi amigo Gele. 
Pasan los días y no hay ningún transporte. Por fin una mañana Gele me avisa de que un camión que procede de Omorate se dirige a Weyto. Recojo rápido mis cosas y recorro el kilómetro que me separa de Turmi. Viajaré en la caja del camión al aire libre junto con algunas personas más. Al pasar por la zona de acampada se detiene a recoger una carga. Allí están varios de mis amigos hacer diciéndome adiós (Gele, Gadi, Toro, etc). No sé cuando les volveré a ver. Me llevo un grato recuerdo de mi estancia aquí.
A los pocos kilómetros comienza a llover y nos ponemos hasta los huesos de agua. El suelo de la caja del camión se llena de barro. Un poco más tarde sale el sol y es la misma sensación que tener una lupa gigante encima.
Al llegar al poblado principal de la tribu Arbore se detiene para recoger a más pasajeros. Hay una persona que me reconoce y se acerca a saludarme. Es un maestro que conocí el año pasado y está en la escuela de Arbore. Me saluda y me dice que cuando desee pasar unos días con esa tribu seré bien recibido.
Ahora el camión es un mosaico tribal de lo más variopinto: dassanech, hamers, arbores, tsemaes, etc. El único que desentona soy yo. No hay ningún occidental más.
Llegamos por fin a Weyto, el sitio perdido en medio de la nada. Cuatro chozas con algún comercio y el lugar donde sirven comidas a los camiones y el autobús que tres veces por semana hace el trayecto Arba Minch-Jinka. Al igual que cuando pasé por aquí, de camino para Turmi procedente de Jinka, me toca esperar a que pase algún transporte hacia Konso. Así paso todo el día sin nada más que hacer. Llega la noche y pierdo ya la esperanza de encontrar algo hoy. Allí no hay ningún alojamiento para dormir. Me tocará pasar la noche en uno de los asientos de cemento almohadillados que hay al aire libre en el bar. La gente que tengo por allí cerca se están poniendo morados de alcohol y de porros. La verdad me inspiran muy poca tranquilidad. Hago un circulo a mi alrededor con sillas por si alguien se aproxima de noche despertarme al oír ruido. Me ato la mochila a la pierna para que no me desaparezca y el machete pequeño que llevo lo pongo a mi lado. En realidad es sólo seguridad psicológica, pues si se aproximan unos cuantos poco podré hacer. Me despierto muchas veces, entre el pensar que alguien se aproxima y también el recuerdo de las escoloprendras gigantes que tanto abundan por aquí.
A la mañana siguiente, temprano pasa un camión que lleva personas de las tribus al mercado de Konso. Negocio el precio con el conductor: me pide 10 veces más que a los etíopes. Es un atraco en toda regla. Intento regatear pero no cede ni un milímetro. sabe que soy totalmente es sus manos. O pago lo que me pide o me toca esperar a saber cuanto tiempo hasta que pase otro transporte. No me queda más remedio que agachar las orejas y pagar, mal que me pese.
El camión recoge a más gente por el camino. La mayoría son de la tribu Tsemae. Todos los hombres van con su fusil al hombro. El único faranji (extranjero) soy yo. No hay sitio para sentarse y el camino se hace cansado.
Por fin llegamos a Konso, que ya conozco de otros viajes. Por la calle principal baja un grupo de personas que transportan a otra envuelta en vendas, igual que si fuera un momia, en una camilla. Algún turista me dijo alguna vez que era un método para transportar a personas enfermas, para protegerlas del sol. Creo que para protegerlos del sol durante el transporte con poner encima un toldo bastaría. La persona que va envuelta en vendas no se mueve en absoluto. Para mí más bien se trata de un entierro. La verdad es que impresiona.
Ahora tengo que buscar otro transporte a Arba Minch. Se me acercan dos chicos y me informan de que está a punto de partir un camión de transporte hacia Arba Minch. Desconfío de ellos, pues por mi experiencia de viajes anteriores, los favores no solicitados no salen gratis y al final te piden dinero. Me dicen que les acompañe y efectivamente allí está el camión. Sorprendentemente no me piden dinero a cambio.
El camión va hasta los topes y el sol cae de plomo a mediodía. Paramos a mitad del trayecto en un mercado. Allí hay un turista de raza negra que también viaja solo. Me pregunta que de dónde soy y al decirle que español comienza a hablar en este idioma con acento caribeño. Es un cubano que reside en Estados Unidos y está viajando solo, como yo. Entablamos conversación hasta Arba Minch. A él la gente, si no le oyen hablar, le toman por un etíope.
Por fin llegamos a Arba Minch. Me despido de mi amigo cubano y quiero ir a la oficina de Ethiopian Airlines para tratar de adquirir un billete al día siguiente hasta Addis. Antes paro a tomar algo en un bar. Hay dos chicos que he notado que me seguían desde que llegué y están sentado sin parar de mirar  mi mochila. Cuando me voy del café me siguen de nuevo. Al llegar a la oficina ya está cerrada y esos dos están parados esperando. No me dan ninguna buena impresión. Está ya anocheciendo y no me quiero imaginar verme solo con ellos en alguna callejuela. recuerdo que el año anterior, a la puerta del hotel de Amasa la calle estaba llena de pandillas de chicos con pinta de estar hasta arriba de vete a saber qué droga y algunos llevaban un machete en la mano. Me niego a ver a esos dos siguiéndome por más tiempo y decido coger un taxi que me lleve al hotel Swaynes, en las afueras, encima del lago Chamo.
En el Swaynes me he quedado loos dos años anteriores también. Son bungalows con unas vistas espectaculares sobre el lago. La sensación de tranquilidad es absoluta. Va a ser la primera ducha caliente en 10 días.



Al salir a la parte trasera de la habitación para ver el lago me encuentro con varios babuinos buscando comida. Antes me la había dejado abierta la puerta. No me quiero ni imaginar encontrarme con un bicho de esos en la habitación al llegar.




Cuando salgo a tomar algo al bar me encuentro con Yared, un chófer que conocía del año pasado y que regresa a Addis con varios turistas. Me dice que en uno de los coches queda una plaza y que podría ir con una rebaja de precio. Aunque el viaje se me hace muy pesado no lo dudo. Al día siguiente madrugaremos para realizar el largo viaje hasta Addis.


4 oct 2014

TERCER VIAJE A ETIOPIA: Turmi

Ahora me dispongo a pasar una semana en Turmi, principal poblado, junto con Dimeka, de la tribu Hamer. En mis dos viajes anteriores también pasé aquí algunos días. Me encuentro con amigos que conocí en otros viajes y que se acuerdan de mí, entre ellos mi amiga Gadi.





En Gadi se puede comprobar la belleza innata de las mujeres hamer.
Me comenta que su marido está con paludismo y ella no tiene dinero (20 céntimos de euro) que cuesta el tratamiento. se lo compro yo mismo en el dispensario, aunque tengo mis dudas que el marido lo use para curarse, ya que es un alcohólico perdido y no me extrañaría que lo revendiese para obtener más dinero con el que emborracharse. Le auguro una corta vida al marido. Si ya es por sí dura la vida allí, encima añadimos el alcoholismo (seguramente debía de tener una cirrosis) y la esperanza de vida es muy y corta. Y quizás para ella fuera una liberación pues estoy seguro de que la maltrata físicamente.
Su hijo tiene dos años más que cuando le conocí.



Tras volver de mi segundo viaje a Etiopía un día descubrí, al pasar por la tienda del Círculo de Lectores un libro llamado "Lejana Africa". No pude menos de comprármelo. Es de un fotógrafo italiano Gianni Giansanti que aproximadamente en la época que realicé mi primer viaje allí (2003) recorrió el bajo Omo  y plasmó todo lo que vió en ese maravilloso libro que recoge la vida cotidiana de las seis principales tribus. Desgraciadamente falleció en 2009 víctima de un cáncer.


En este tercer viaje apareció por la zona de acampada una niña hamer junto con otros de los que yo conocía. No la había visto en los viajes anteriores pero enseguida la reconocí, pues había varias fotos suyas en el libro anteriormente citado. Vivía con su madre, viuda y se llamaba Toro.





Varios años después hablar con un guía español que visita asiduamente la zona y me dijo que Toro estaba completamente aculturizada. Me enseñó una foto y era para llorara: con un vestido, los labios y los ojos pintados, peinada estilo occidental. ¡Qué decepción! Muchas veces uno se pregunta si el contacto de esta gente con la civilización occidental no habrá producido más perjuicios que beneficios.
También conocí a un chico como de unos 18 años que tenía una pierna amputada. Me explicaron que le había picado una serpiente venenosa y, llevado a un dispensario que tienen en Jinka médicos noruegos, no les quedó otra opción que amputar la pierna para salvar su vida. Siento lástima por él, ya que no sé cómo se ganará la vida en el futuro, sin poder pastorear el ganado. De haber nacido sin la pierna seguramente ya no estaría vivo, pues los ancianos del poblado se lo abrían arrebatado a los padres para darle muerte pensando que si no llevaría la desgracia a la tribu (los niños minguis, como expliqué en el relato de mi primer viaje).
Entre las amistades que ya conocía de otros viajes y las que hice en este es la primera vez que no tuve que pagar nada por hacer fotos. Hice todas las que quise, hasta posaban para que los retratase.







Al ser el mes de octubre ya no había tantos turistas y varios días fui yo la única persona que estaba en el camping. Siempre tenía hamers por allí a verme, muchos a ver si podían sacar algo de mí, es decir a que les comprase cosas que decían que necesitaban. Era imposible satisfacer las necesidades de todos. Ya me lo dijo una vez mi amigo Gele, que siendo de su misma tribu de los conoce bien: a un hamer cuanto más le das más te pide. Nunca se daban por satisfechos. Yo ya sabía lo que ocurría en muchos casos, tras haberlo aprendido en los dos viajes anteriores: comprabas unas sandalias a un niño o a una niña y al día siguiente aparecían de nuevo descalzos, pues su padre o hermanos se las habían quitado y las habían vendido.
Los niños pequeños se tienen que ocupar de sus hermanos menores.  Los llevaban a la espalda y la verdad es que no sé cómo podían aguantar ese peso.







Otro día, mientras que estaba comiendo en uno de los bares, aparecieron tres mujeres a verme. A una ya la conocía de los dos viajes anteriores. Se puede apreciar la belleza de las mujeres hamer.




Un día le dije a Gele que quiero ir a conocer el poblado donde vive Xilo. Xilo es una niña de unos 12 años que conocimos en el primer viaje. Se hizo muy amiga del grupo aquel año y en mi viaje del año pasado la compré unas sandalias para ella y sus hermanos. Gele me ha dicho que pronto se casará. Acaba de pasar hace unos días su primera ceremonia del salto del toro, donde los maz les marcan las espalda con una vara y para ellas son un orgullo esas cicatrices. Tiene la espalda con cicatrices, algunas de las cuales aún le sangran. Me dijo que le duele mucho y que ha tenido fiebre. Me da pena, tan pequeña. Le dí con betadine y un analgésico. Gele me dijo que no tardaría mucho en casarse




Caminamos dirección a Omorate por la pista y luego nos desviamos por otra a la izquierda. Tras varias horas llegamos a una modesta choza. Allí está Xilo. Se pone muy contenta. También hay varios hermanos. He comprado algunos regalos para la familia. Nos hacemos fotos de recuerdo.



Gele me va a llevar a conocer otro poblado delos que están más retirados de Turmi y donde no llegan turistas. Cogemos una pista dirección sur y en menso de una hora llegamos. Los hombres están reunidos en el centro del poblado con la cara pintada de sus pinturas de guerra. La verdad es que impresionan. Recuerdo que Gele me dijo que recientemente los dassanech, una tribu enemiga de los hamer, habían hecho una incursión de noche y seccionaron las tuberías de goma por donde llega agua a Turmi desde un pozo cercano. No creo que ahora los hambre estén preparando una acción de represalia. Más bien parece relacionado con las ceremonias del salto del toro que se celebran en esta época.



Al llegar nos dicen que hay una niña muy enferma, con bastante fiebre. Posiblemente sea paludismo. Aquí la mortalidad por esta enfermedad es elevada. No veo otra opción que llevarla al dispensario en Turmi. Nos acompaña un hermano. En el dispensario les digo a las enfermeras que yo le pagaré la estancia y en tratamiento (una cantidad ridícula pero que los padres, muy pobres, no pueden afrontar). También le compro zumo y galletas (allí no está incluida la comida). El día que me fui de Turmi ya le iban a dar el alta. Le dejé comprada comida para los días que faltaban. Los padres, muy agradecidos, me invitaron a ir a su poblado, que está a varios días de viaje de Turmi (habían ido a la aldea donde les conocí a visitar a unos familiares).


Un día por la tarde Gele me dice que al día siguiente habrá una ceremonia del salto del toro en un poblado cercano. En mis dos viajes anteriores no había podido presenciarlo. Durará casi todo el día.
Al día siguiente Gele acude a buscarme para acudir a la ceremonia. se celebrará en un poblado cerca de Turmi. Mediante esta prueba el joven que la realiza pasará de la pubertad a la edad adulta y podrá elegir mujer. Si no lo lograse significaría que no podría casarse y para su familia sería una deshonra. 
La prueba consiste en pasar por encima de varias vacas (más pequeñas que las de España) puestas transversalmente en uno y otro sentido varias veces sin caerse.
Nos dirigimos al lugar elegido para la ceremonia y esperamos. Al poco rato aparece un grupo de chicas hacer danzando. Llevan unas trompetillas que están continuamente tocando.




Más tarde los hombres llegados desde diferentes poblados se adornan la cara con pinturas. Aparece el chico que va a pasar la prueba. Siempre llevan un peinado especial para la ocasión.


Ahora ocurre un acto que para la mentalidad occidental resulta incomprensible: un hombre de otro poblado (llamado maz) azota con una vara a las mujeres. Es una prueba para demostrar éstas que son fuertes y podrán sobrellevar todas las tareas que de ellas se esperan. Lo curioso es que son ellas las que animan a los hombres a azotarlas, pues es un motivo de orgullo lucir esas cicatrices en la espalda.  
La verdad es que los primeros días no lo deben de pasar nada bien. Las cicatrices les sangran, muchas tienen fiebre y los dolores les duran varios días. 


Más tarde se reúnen los ancianos y miran los intestinos de una cabra que han matado para adivinar el futuro. Los hombres después se reúnen en círculo y realizan diversas plegarias.



Luego viene la prueba principal, el salto de las vacas. Los hombres ponen varias vacas juntas y el joven pasa por encima en uno y otro sentido varias veces sin caerse, pasando triunfalmente la prueba.
Sin saber muy bien la razón, uno de los ancianos se acerca y nos prohibe sacar fotos de ese momento a los turistas que lo presenciábamos.
Gele me llama para presentarme a su madre y a su hermana pequeña. 


La madre se halla detrás de la hermana.

Vuelvo contento a Turmi por haber podido al fin presenciar esta curiosa ceremonia.

Los días en Turmi van tocando a su fin. Cuando vine la primera vez, hace 2 años no pensaba que acabaría llegando por mi cuenta hasta este remoto lugar. Ha sido una experiencia única los 10 días pasados con los hamer. No sé cuando volveré y me da pena perder de vista a mis amigos.