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16 ago 2013

SEGUNDO VIAJE A CHINA: Tren Pekín-Lhasa

Los días que he pasado en Pekín he aprovechado para hacer varias visitas a la agencia encargada de tramitarme el permiso para el Tibet y los billetes de tren y avión. Para visitar el Tibet hace falta un permiso especial y sólo se otorga si se ha contratado el viaje (al Tíbet) a través de una agencia china. Yo lo hice todo con una agencia de Pekín a través de Internet antes de viajar a China.  Una vez allí sólo tuve que ir un par de veces a la agencia. La verdad es que fueron muy eficientes.
El ferrocarril que va de Pekín a Lhasa, la capital del Tibet, se inauguró en el 2006. Antes sólo llegaba hasta Golmud, en la provincia de Qinghai. Fue toda una obra de ingeniería. El segundo día de viaje el 80% del recorrido transcurre por encima de los 4000 m. El punto más alto que se alcanza es el paso de
Tanggula, a 5072 m. También posee que el túnel a mayor altitud del mundo, a 4905 m. el problema principal en su construcción fue que más de 600 km de su recorrido transcurre sobre terreno congelado que en verano se derrite y se crea una especie de fango. Los vagones van presurizados como los de los aviones, debido a la altitud, y en cada compartimento hay una salida de oxígeno por si alguien lo necesita. Un servicio médico a bordo entrega las mascarillas de oxígeno a quien lo precise.
Yo he cogido una reserva en compartimento de cama blanda. En China los compartimentos se dividen en cuatro categorías:
-cama blanda: compartimento con cuatro literas, el equipaje se lleva dentro del compartimento, tiene puerta al pasillo, muchos están equipados con toma de auriculares y televisión individual en cada litera
-cama dura: compartimentos de seis literas, el equipaje va afuera del compartimento (en frente), no tiene puerta al pasillo, las literas son más estrechas que en los compartimentos de cama dura
-asiento blando: equivaldrían a primera clase en España, muy cómodos y todo el mundo va sentado
-asiento duro: son, nunca mejor dicho, un auténtico martirio chino; puede ir más gente que asientos disponibles, de pie; la gente come pipas y escupe las cáscaras en el suelo, cuando tienen que ir al servicio al pasar te pisan, el equipaje lo llevas entre las piernas...
En los múltiples viajes que he realizado por China en tren reprobado las cuatro categorías. La única que recuerdo con horror es el asiento duro. Menos mal que sólo fue un par de horas. Me tocó ir de pie, con gente escupiendo cáscaras de pipas al suelo, acabé lleno de pisotones... En cambio las otras tres son super cómodas. Yo ya había realizado un viaje en litera en China durante mi primer viaje, en 1999, y quedé gratamente sorprendido por la comodidad y puntualidad.
Los trenes llevan un vagón restaurante donde se puede comer a la carta y no es nada caro; además continuamente van pasando carritos donde se puede comprar comida. Cuando para en las estaciones también hay gente que vende comida. Todos los trenes lleva en cada vagón un grifo con agua caliente. A la hora de la comida de la cena hay un continuo ir y venir de gente con unos bowl de comida liofilizada a la que sólo hay que echarle agua. Esta comida se puede encontrar en cualquier supermercado y yo también compré algunos para mis viajes en tren.
Por fin el día que da comienzo mi viaje en tren al Tibet cojo un taxi para la estación Oeste de Pekín. En el trayecto voy pasando por una parte de Pekín que aún no conocía y me impresionan los grandes rascacielos construidos recientemente. Podría parecer perfectamente que nos encontramos en cualquier ciudad norteamericana. Al llegar a la estación una marea de miles de personas se dirige hacia ella como si estuvieran en una manifestación. La estación Oeste es un edificio gigantesco de varias plantas. Por ella pasan cada día 300.000 personas. Todo aquí es enorme: el vestíbulo central, los vestíbulos laterales, multitud de andenes…
Para poder acceder a la estación hay que hacer una larga cola, pues hay que pasar el equipaje por un detector, igual que los aeropuertos. Una vez dentro miro en el gigantesco panel del vestíbulo central el andén del que saldrá mi tren y me dirijo al vestíbulo lateral que corresponde al citado andén. Hay cientos de personas esperando y algunas de ellas van con los típicos vestidos tibetanos. En China hasta cinco minutos antes de la salida del tren no se puede acceder a los andenes. Cuando estoy sentado en el vestíbulo esperando noto que me dan en el hombro. Es un chino que no conozco de nada y que viaja con su hija ofreciéndome comida de una bolsa de patatas fritas que acaban de abrir. Yo creo que es la primera vez que en una transporte público alguien me ofrece comida sin conocerme de nada.
Por fin a las 8:55 de la noche se autoriza a que pasemos al andén. El tren es larguísimo, con más de 13 vagones. A mi me ha tocado una de las literas de arriba y en el compartimento viaja una pareja de austriacos muy jóvenes. En cada vagón hay un encargado que te pide el billete al subir al tren y lo guarda una carpeta y se ocupa de avisarte con antelación antes de llegar a tu destino.
A las 9:00 en punto de la noche el tren se pone en marcha. Tengo por delante 4200 km y 45 horas hasta  Lhasa, todo de un tirón. Va a ser el viaje más largo en ferrocarril que he realizado en mi vida.
La cama es super cómoda. A los piés tengo un monitor de televisión, aunque da igual que lo encienda porque no me voy a enterar de nada, también tiene enchufes individuales en cada cama y en la cabecera de cada litera hay una toma de oxígeno por si alguien le fuera necesario debido a la altitud que transcurrirá el viaje en el segundo día (desde que se inaguró la línea ya ha fallecido más de un pasajero). Nada más ponerse el marcha comieza una procesión de gente por el pasillo hacia lugar donde se encuentra el grifo de agua caliente para prepararse la comida en los recipientes que ya han comprado. La pareja de chicos austriacos casi no abre la boca, ni siquiera entre ellos. Al poco tiempo de cenar me quedo dormido y aunque me despierto algunas veces por la noche la verdad es que duermo muy plácidamente. Al día siguiente casi todo el viaje transcurre a través de la Meseta de Loes, un paisaje que ya conocía de mi primer viaje en tren a China 11 años antes. El paisaje es árido y monótono. Cuando hace alguna parada algo más larga aprovecho para bajar a estirar las piernas.


Aprovecho el tiempo sobretodo para leer y también me doy algunos paseos por los diferentes vagones del tren para ver a los chinos tal como son.
Aunque la costumbre de escupir en el suelo va desapareciendo en China todavía hay gente que no la pierde  y es necesario recordárselo.


En uno de mis paseos por el tren descubro en el mismo vagón a un grupo de cuatro españoles. Son dos parejas de Logroño que también se dirigen a Lhasa por su cuenta.





También realizo unas cuantas escapadas hablamos restaurante para tomar alguna bebida. Cuando me acuesto ese día ya llevo unas 27 horas en el tren. Cuando me despierte al día siguiente ya estaremos en la provincia de Qinghai. La mayor parte de esta provincia es una meseta elevada, y en realidad es una prolongación del Tibet, al cual perteneció hasta 1928.
Al día siguiente me despierto muy temprano, casi cuando aún es de noche. Descorro un poco la cortinilla de la ventana y el paisaje que veo es espectacular. Todo ha cambiado por completo: al fondo veo montañas cubiertas de nieve perenne, que miden más de 5000 m. Se empiezan a ver los primeros poblados, cuya arquitectura estéticamente tibetana. También las primeras manadas de Yaks animal típico del Tibet y Nepal. A medida que va avanzando el tren las montañas son cada vez más altas y los glaciares de mayor extensión. Durante bastantes kilómetros vamos avanzando al lado del lago Qinghai, a 3200 m de altitud, el cual es el mayor lago salado de China. Dentro de cada vagón va apareciendo continuamente la temperatura exterior, altitud y distancia hasta Lhasa. Se pasa por una solitaria estación, la de Tanggula, la más elevada del mundo, a 5060 m y poco después se alcanza la mayor altitud del recorrido, el paso de Tanggula, a 5072 m. a partir de aquí se accede a la provincia del Tibet y ya todo será descenso hasta Lhasa.





                                         

                                           

Por fin el panel el interior de cada vagón nos informan de que estamos a
punto de llegar a Lhasa.




El viaje termina. Llegamos a la Lhasa alrededor de las cinco de la tarde He pasado en el tren 45 horas seguidas y recorrido 4200 km. El segundo día al 80% del viaje se ha realizado por encima de los 4000 m. 
Soy el primero que desciendo del vagón y me encuentro con un comité de recepción con fotógrafo, una chica con un ramo de flores, una alfombra roja en el suelo y varias personas haciendo pasillo. Pienso que si ocurrirá como en España antiguamente, que cuando llegaba el turista 3 millones había un comité de recepción esperándole, salía en la tele, le entregaban un ramo de flores y le invitaban a varias noches gratis de hotel. No me creo que pudiera tener tanta suerte. Todos se quedan con cara de asombro cuando me ven descender y es que el comité de recepción no era para mí, si no para el personaje que viene detrás con su mujer y varias personas más de escolta. Debe de ser una autoridad importante.
Por fin estoy en el Tibet, el lugar tantas veces soñado. La cabeza se nota un poco pesada debido a la altitud. A la estación no dejan acceder a nadie de la gente que hay esperando fuera. Hay que pasar por un pasillo de policías a cada lado. Ahora tengo que encontrar al guía que tiene que estar esperándome.






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