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30 nov 2013

PRIMER VIAJE A ETIOPIA: Konso-Turmi

El día en el cual entraremos en el Valle de Omo no levantamos temprano para hacer el trayecto hasta Turmi, el principal poblado de la tribu hamer. Se me había olvidado comentar que desde hace Arba Minch tenemos nuevo conductor. Se llama Brandt y es el perfecto chofer: educado, no habla más de lo imprescindible, inigualable cuando se trata de sortear las difíciles pistas por las que vamos a transitar. Con el que traíamos hasta entonces hubiéramos tenido muchas posibilidades de conocer a fondo lo que es un hospital etíope. Los conductores de los otros tres vehículos son también muy buenos profesionales. Se tiran toda la temporada de verano haciendo viajes continuamente desde Addis a la zona del río Omo. Hay uno de los cuatro al que yo llamo "Zurullo" por la cara de bruto que tiene, y además es que lo es. Nos contaron los que iban en su vehículo que una vez fue a adelantar y vió que enfrente venía una bicicleta. No por ello frenó y siguió adelantando. En el coche todos se echaban las manos a la cabeza al ver que se tragaba a la bicicleta y el ciclista. Al final no le quedó más remedio al ciclista que echarse a la cuneta. Zurullo por lo visto echó una carcajada.
Al poco de abandonar con Konso comenzamos a descender y se muestra ante nuestra vista una grandísima llanura, la depresión de Weito. Parece un paisaje del desierto de Arizona.


Tras varias horas por este paraje llegamos a Weito. En este lugar la pista se divide en 2: un ramal que va hacia Jinka y otro a Turmi y Omorate. En Weito hay una especie de restaurante donde paran los grupos de turistas y los camioneros que transportan mercancías hasta los destinos antes citados. Paramos a comer. Hace un calor sofocante. El viaje se hace más duro porque se va tragando continuamente polvo y por esa razón no se pueden abrir las ventanillas. Cuando estamos comiendo aquí no me imaginaba que dos años después estaría dos días durmiendo aquí, con la mochila atada la pierna y un cerco de sillas a mi alrededor para prevenir que me la robasen debido a la fauna humana que tenía alrededor.
Tras la comida continuamos el viaje hacia Turmi. Antes de pasar un río nos detenemos ante el último control policial. La barrera es una cuerda. En aquel viaje yo había leído que hacía falta un permiso expedido en Addis para llegar hasta Turmi en solitario. Dos años más tarde, cuando viajé por mi cuenta, comprobé que eso no era cierto.
Poco después llegamos al poblado de la tribu Arbore. Los Arbore son unos 8000 miembros. Están, como el resto de las tribus de la zona, en conflicto permanente con otros pueblos por el tema de los pastos para el ganado. En toda la zona del valle del Omo son también comunes los robos de ganado entre tribus, dando lugar a veces las sangrientas acciones de represalia. Como ya comenté anteriormente todos los hombres tienen su fusil al hombro. Los miembros que vivían más hacia el sur, hasta la frontera con Kenia, han tenido un largo historial de enfrentamiento con la tribu hamer por el tema de los pastos de ganado. Los hamer salieron victoriosos y desplazaron a los arbore más hacia el este, donde habitan los borana, con los cuales no han tenido conflicto.
Otro aspecto a destacar en todas las tribus es que son unos maestros en cuanto a la estética corporal. Les gusta mucho pintarse la cara y el cuerpo. Cada tribu lleva un tipo de peinado diferente y suelen lucir pulseras en las muñecas y los tobillos así como collares. Son también muy comunes las escarificaciones en el cuerpo, como adorno en el caso de las mujeres con el caso de los hombres con motivo de haber matado a un animal o a otro enemigo. Se considera motivo de orgullo.
Al llegar al poblado comienza el ceremonial: el guía debe negociar con el jefe el precio para poder sacar fotos. Esta va a ser la constante con todas las tribus. Si no se paga no hay foto. Esto incomoda a algunas personas, pues piensan que se pierde naturalidad pero es algo común en muchos países de África. Cuando visite por primera vez un poblado masai, en Tanzania, lo primero que hubo que hacer es negociar con el jefe lo que iba costar la visita al poblado. Y cuando pasaron los 45 minutos que teníamos asignados el mismo jefe se encargó de echarnos sin contemplaciones. Nos guste o no nos guste hay que pasar por el aro. Con el dinero que sacan de las fotos pueden comprar muchas cosas, desde ganado hasta armas u objetos que compran en los mercados semanales. También hay que comprender que para ellos la visita de un grupo de turistas supone una intromisión en su vida. A nadie nos gustaría que estando en nuestra casa llegase un grupo de turistas y nos comenzase a hacer fotos por las buenas. Así que ahí tenemos a un grupo de mujeres y niños posando para que los fotografiemos.




Poco después notamos que algo les contraria. Empiezan a ponerse de mal humor y a mirarnos con cara de no muy buenos amigos. Se están poniendo cada vez más violentos y por indicación del guía optamos por introducirnos en los coches y salir de allí cuanto antes. El guía nos informa de lo que ha pasado: en algunos poblados se negocia con el jefe y se le da dinero para que luego lo reparta entre todos los miembros; en otros se paga directamente a la persona a la que haces la foto. Aquí se había dado el dinero al que hizo de negociador y luego no lo había repartido entre los miembros de la tribu. Por eso pensaban que estábamos haciendo las fotos por el morro, sin haber pagado. La verdad es que cuando abandonábamos el poblado me esperaba en cualquier momento una piedra estampándose contra el cristal trasero del vehículo.
Aquí dejo un enlace con un interesante enlace a YouTube para ver un video sobre la tribu Arbore. Se puede contemplar cuál era el estado de las pistas que nos íbamos a encontrar a partir de ahora





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