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9 jun 2013

TERCER VIAJE A CHINA: Dunhuang

Me levanto muy temprano para coger el avión que me llevará a Dunhuang, 1700 km al oeste de Xian. En el mostrador de recepción del hotel espero pacientemente cola para ser atendido y cuando llega mi turno un grupo de unos cuarenta chinos sale del comedor y con la mayor naturalidad se cuelan y se colocan delante de mí. Ya hablé anteriormente de la afición de los chinos por no respetar las colas. Me dirijo a la recepcionista y la hago saber que llevo mas de 15 minutos esperando y que me tiene que atender a mí.
El vuelo entre Xian y Dunhuang discurre mayormente sobre el Desierto de Gobi. Hasta Turpán el viaje atraviesa este inmenso desierto. Las temperaturas que se alcanzan son extremas, con variaciones de más de 40 grados en un mismo día. En verano pueden subir a más de 55 grados y en invierno descender a -40 grados. Cuando el avión está descendiendo para tomar tierra observo a las afueras de la ciudad una cadena de dunas gigantescas.
Dunhuang es un oasis en medio del desierto y fué un importante núcleo en la antigua Ruta de la Seda. Tiene 150.000 habitantes y el interés de su visita reside en las Cuevas de Mogao, también llamadas Cuevas de los Mil Budas. Se trata de un conjunto de 492 templos a unos 15 km de la ciudad. Están declaradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad. Están excavadas en la roca de un acantilado y destacan por los murales pintados en sus paredes por los peregrinos que pasaban por la zona.
Al llegar al aeropuerto de Dunhuang cojo un autobús a la ciudad y tras dejar el equipaje en el hotel me dispongo a visitar las cuevas. Al preguntar a un agente de tráfico me responde en in inglés impecable. Aunque en China es raro encontrar a alguien que hable inglés a veces donde menos te lo esperas aparace alguien que lo habla a la perfección. El recorrido hasta las cuevas discurre por pleno desierto. A la derecha observo las dunas gigantescas que ví desde el avión. El paisaje es muy bello.
Cuando compro el ticket para la visita leo que los grupos con guía de habla inglesa sólo hay a determinadas horas. Para el próximo aún faltan como cinco horas y allí, a parte de ver las cuevas, no hay mucho más que hacer. Además las cuevas sólo se pueden visitar con guía y no por cuenta propia. Decido unirme a un grupo de turistas chinos que está esperando para entrar. Al verme llegar todos me miran con cara de pensar "¿y éste qué hace aquí?". La guía intenta hacerme entender que en ese grupo las explicaciones sólo son en chino y yo le intento de decir que no es problema. En chino o en inglés me voy a enterar de lo mismo. Por fin me deja por imposible y yo visitaré las cuevas como el que lee un libro en un idioma que no entiende y se dedica a ver sólo las fotos.
Por la tarde me dedico a pasear por el mercado de Dunhuang. Ya comienzan a verse personas de raza uigur, la que es mayoritaria en el Xinjiang (Dunhuang no pertenece al Xinjiang). En mi primer viaje a China, en 1999, ya había visto uigures en ciudades tan lejanas a su tierra como Shanghai. Se dedican a vender kebabs de cordero en la calle. Están riquísimos. En aquel tiempo ya me llamó la atención que físicamente se parecían mucho más a los turcos que a los chinos. 
Al día siguiente iba a recorrer en tren el trayecto hasta Turpán, la primera ciudad del Xinjiang que visitaría. Turpán es otro importante oasis en la antigua Ruta de la Seda y se puede considerar como el lugar más caluroso de China, con temperaturas que a veces alcanzan los 55 grados.






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