Al regresar de la excursión por los alrededores de Turpán me dirijo a la estación de autobuses para comprar un billete a Urumqi el día siguiente. La taquillera me atiende en un perfecto inglés. Paradojas de China; donde menos te lo esperas aparece alguien que habla un inglés impecable. Temprano, el siguiente día, tomo el autobús a Urumqi, la capital del Xinjiang, a 161 km de distancia. La revisora es una uigur con cara de sargenta. El billete está escrito en chino y en uigur y no me entero de nada. Subo de los últimos y me siento en uno de los dos sitios que queda libre. La uigur con cara de sargenta pasa poco después controlando los billetes y le entrego despreocupadamente el mío. Enseguida noto unos toque en el hombro y por la cara y la forma de hablar de la revisora intuyo que me está echando un rapapolvo por sentarme donde no debo. Me señala con el dedo hacia el otro sitio que quedaba libre al final y, en un lenguaje que aunque no entienda nada me parece una orden, me manda irme allá. Obedezco sin rechistar.
El viaje dura unas dos horas. En el vídeo del autobús van proyectando danzas y canciones uigures. Soy el único occidental del pasaje pero viajo como uno más; nadie parece reparar en mí. En cuanto al paisaje, al comienzo es el mismo desierto que rodea Turpán. Paulatinamente la carretera se va elevando para abandonar la Depresión de Turpán. A lo lejos, hacia el norte, se ven montañas muy altas con nieves perpetuas. Este es el paisaje de contrastes típico del Xinjiang: montañas nevadas y desiertos. Igual ocurre con el clima. En la mayoría de las ciudades las temperaturas son muy elevadas en verano, con 40 grados de máxima e incluso más de 50 en la zona de Turpán, y en invierno pueden descender en esos mismos lugares a 15 grados bajo cero con fuertes nevadas. Antes de llegar a Urumqi que el paisaje va cambiando y el color verde y comienza ser predominante.
Por fin llegamos a la capital del Xinjiang, Urumqi. Se trata de una ciudad moderna, de casi 2 millones de habitantes. Se ven rascacielos por todas partes. Al igual que ocurre en otras ciudades chinas podría parecer cualquier ciudad de Estados Unidos. No me la imaginaba tan desarrollada económicamente. Hace años encontraron los alrededores yacimientos de petróleo y desde entonces el crecimiento económico ha sido imparable. Su aeropuerto es uno de los mayores de Asia central. La población, hasta hace poco tiempo de mayoría uigur, ha pasado ser predominantemente han ante la gran inmigración de otras partes de China. Esto da lugar periódicamente a enfrentamientos étnicos. En 2009 se produjeron casi 200 muertos y más de 1000 heridos. Como curiosidad figura en el libro Guinness de los récords como la ciudad más alejada del mar, concretamente a 2500 km de distancia.
Tras dejar la estación de autobuses me pongo a buscar un taxi que me lleve al hotel. He tomado la precaución de anotar el nombre además de en chino en uigur, pues hay que taxistas que no hablan chino, sólo uigur. Paro al primer taxi, le muestro la dirección y me dice que no. Con el segundo y el tercer taxista tengo la misma suerte. Es uno de los misterios de los viajes a China: hay taxistas que se niegan a ir a una dirección sin saber muy bien por qué. Y no es porque esté cerca, pues en este caso y en otros la distancia es muy larga. Cuando me estoy haciendo a la idea de que me va tocar ir al hotel arrastrando el equipaje por fin para un taxista que acepta llevarme.
Esperaba ver más presencia policial en las calles, pero la verdad es que es casi inexistente. En puntos determinados de la ciudad se encuentran fuerzas especiales de la policía china, los llamados "Leopardos de las Nieves". Se desplegaron por el Xinjiang tras un atentado suicida que hubo en 2010 en Aksu.
Por fin llego al hotel y se trata de un edificio gigantesco, muy moderno, de casi 40 plantas. Mi habitación sea halla por encima de la planta 30. Dos de las paredes son completamente de cristal desde el suelo hasta el techo y las vistas de las que disfruto son inolvidables, no sólo de la ciudad sino de las montañas nevadas de los alrededores. Por la noche, con la ciudad iluminada, tengo la impresión de hallarme en Nueva York.
Salgo a dar una vuelta y me dirijo hacia el parque principal, el Parque del Pueblo. Casualmente descubro que allí se halla la taquilla de los autobuses que van hasta el Lago del Cielo y adquiero un billete para el día siguiente. El parque me recuerda mucho a Central Park de Nueva York, rodeado de alto rascacielos. Y como ocurre con todos los parques de China es un continuo espectáculo de gente practicando tai-chi, haciendo ejercicio, bailando danzas, etcétera.
Me encuentro a un primer grupo de chinos han practicando danzas típicas
Más adelante hay una uigur (eso me parece a mí) interpretando otro baile típico
Sigo con mi recorrido y encuentro a otro grupo más numeroso uigur en el que también hay algunos chinos han
Por ultimo, al final del parque, otro grupo de uigures y han bailan una danza uigur
Me cuesta entender que esta gente que ahora bailan juntos hace dos años estuvieran apuñalándose por las calles.
Al igual que concurre todos los parques chinos todos estos espectáculos son gratis. Nadie pasa pidiendo dinero al final y a nadie le molesta que les saques fotos o les grabes.
De vuelta al hotel aprovecho para comprar el pan típico del Xinjiang, llamado "nang". Tiene muy poca miga, y lo están haciendo continuamente por la calle. Recién sacado del horno, caliente, está muy rico.
Por fin en el hotel disfruto de la vista de la ciudad iluminada por la noche. Como ya dije, tengo la impresión de encontrarme en el mismísimo Nueva York.
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