Vistas de página en total

4 nov 2013

PRIMER VIAJE A ETIOPIA: Preparativos

Además de la información que obtuve por internet obtuve una ayuda muy importante el libro "Etiopía, un Rostro con Tres Miradas", escrito por dos españoles que habían realizado varios viajes al país. Me proporcionó una visión muy anplia de su cultura, paisajes y de las tribus que iba a visitar el la parte baja del río Omo. Sus fotos eran impresionantes.
Ya estaba vacunado de la fiebre amarilla por mis anteriores viajes a Africa (el último, el año anterior a Tanzania). Del tétanos también estaba ya vacunado. Tomé las tres cápsulas de que consta la vacuna de la fiebre tifoidea (aunque la mejor protección es tomar precauciones con el agua).
Acudí a Sanidad Exterior para obtener las pastillas para la profilaxis del paludisno, el Lariam. Este medicamento tiene muy mala fama entre los viajeros de los países tropicales por los efectos secundarios que puede producir  (transtornos digestivos, insomnio e incluso alteraciones psiquiátricas), pero yo lo he tomado 8 veces y no he tenido ningún problema. Desde que apareció el Malarone, otro medicamento para la profilaxis de la malaria, el uso de Lariam a disminuído bastante. La diferencia era que de Lariam había que tomar una cápsula a la semana y de Malarone una diaria.
Las pastillas para el paludismo las protejo casi más que el pasaporte o el dinero. Quedarse sin ellas en un lugar como el bajo Río Omo puede ponerte en una situación muy complicada. La incidencia de paludismo es allí muy elevada. La primera vez que estaba en un poblado hamer y oí un disparo no sabía si había sido alguien bajo los efectos del alcohol que había disparado su arma o si se debía a algún ataque de los dassanech, una tribu enemiga de los hamer y que por aquella época habían realizado varios actos de sabotaje en el poblado hamer donde me encontraba. Al final me sacaron de dudas: cada vez que fallece alguien en una aldea hamer sus familiares realizan disparos al aire. Pues bien, en mis estancias en esos poblados varias veces oí disparos por muertes de personas, casi todos debidos a paludismo.
Repelente de insectos llevaba pero en la práctica lo usé cada vez menos. En contra de lo que se pueda pensar me han picado mucho más los mosquitos en España que en mis viajes a Africa. Circular por las pistas de la región sur del río Omo supone muchas horas de tragar y tragar polvo, por muy bien que se cierren las ventanillas. La mezcla del repelente de insectos, sudor y polvo, añadido a que había días que era imposible ducharse, creaban una amalgama tan incómoda que hacía poco atrayente el aplicarse la loción anti-insectos a menudo, y más si las picaduras que se producen son mucho menores de lo que nos imaginamos.
Otras enfermedades eran más difíciles de prevenir, como el dengue, transmitido por la picadura de un mosquito y para el que no existe vacuna. La única profilaxis es prevenir la picadura y tengo comprobado que por mucho repelente que te eches al final siempre te acaba picando alguno.
El único percance que he tenido en alguno de los viajes a países tropicales se produjo tras la vuelta de mi segundo viaje a Etiopía. En la planta del pié tenía una vesícula con un punto negro en el centro que yo achaqué a algo que me habría clavado. Como el tiempo pasaba y no desaparecía acudí a que me la extrajeran y tras hacer la incisión aparecieron una especie pajitas amarillas que enseguida averigüé de que se trataba. Se me había incrustado en la planta del pié una nigua, que es una pulga que vive en la tierra de regiones tropicales y tienen las costumbre de incrustarse debajo de la piel para posteriormente desarrollar larvas que darán lugar a nuevas pulgas. Yo tuve suerte de atajarlo cuando estaba iniciando el proceso y no dió lugar a mayores consecuencias. El mayor peligro son las posibilidades de infecciones serias en el lugar de la picadura. En fin, gajes del oficio.
En la zona del bajo Omo no había ningún tipo de cobertura telefónica la primera vez que la visité. Al año siguiente pusieron en Turmi, la principal aldea de los hamer, una antena parabólica y ya se podía llamar por teléfono vía satélite. Pero en todo el resto del Omo, desde Turmi hasta Jinka, la ausencia de cobertura es total. Los todoterreno tampoco llevaban radio. Por eso en mi segundo viaje adquirí un teléfono satélite. Uno de mis mayores temores era sufrir un ataque de apendicitis mientras que estaba allí. Con él teléfono satélite se acababan los problemas de cobertura. Lo que ocurre es que más que nada era un consuelo psicológico, pues desde que diera el aviso de que fueran a por mí un 4x4 tardaría 2 o 3 días en llegar a por mí y otros 2 o 3 en llevarme de vuelta hasta un hospital donde pudiera ser operado con unas mínimas garantías, en Addis.
Por último un poco antes del comienzo del viaje tuve la suerte ver por televisión varios documentales que emitieron del aventurero sudafricano Kingsley Holgate en un viaje que hizo por el norte de Kenia, el Lago Turkana y el sur del río Omo, en Etiopía. Había intentado visitar un poblado de la tribu dassanech, una de las que yo visitaría, y le habían echado con cajas destempladas fusil en mano. Ya me iba haciendo una idea de las tribus que iba a visitar. Visité a los dassanech en dos de los viajes que hice a Etiopía. No tuve problemas, pero su fama de bravos guerreros quedó de manifiesto cuando en 2011 varios dassanech cruzaron la frontera y se internaron en Kenia para atacar una aldea de los turkana con el fin de robar ganado, causando casi 50 muertos, la mayoría mujeres y niños.
Desde luego presentía que ene este viaje iba a conocer zonas y modos de vida muy diferentes a otros de los que había hecho a Africa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario