La primera vez que visite el país fué en el año 2003. Aunque ya tenía experiencia en viajes a África (había realizado cinco viajes anteriormente al continente africano) dada la región tan remota a la que quería dirigirme opté por ir en un viaje con una agencia. El objetivo principal del viaje era visitar las tribus del río Omo, una zona muy remota situada en el extremo suroeste de Etiopía, cerca de la frontera con Sudán y Kenia. Por lo que me había informado antes esa era una zona muy poco visitada hasta entonces por el turismo, con unos 20 grupos étnicos diferentes enfrentados continuamente unos con otros y donde esporádicamente surgían escaramuzas debidas sobretodo al robo de ganado que acababan en guerra abierta en más de una ocasión. En el año 2005, en mi último viaje a Etiopía, una incursión de miembros de la tribu botana, la cual yo había visitado en mi primer viaje, sobre un poblado galla, históricos enemigos de los botana, produjo más de 80 muertos, la mayoría mujeres y niños. En el año 2010 se volvió a repetir otro ataque de los botana sobre los galla, causando 45 muertos. En el año 2011 miembros de la tribu geleb, otra de las que había visitado en mis viajes, cruzaron la frontera con Kenia y atacaron un poblado de los turkana, causando 45 muertos.
También había leído que en varias de las tribus a los niños que les crecen antes los dientes inferiores les consideran minguis, seres que traerán las desgracias y la muerte al poblado, y que aunque los padres traten de impedirlo un día llegarán los ancianos de la tribu y arrebatarán al niño a sus padres para no volverlo a ver jamás.
Igualmente que la tribu hamer un hombre no pasará de la pubertad a la madurez hasta que no complete la ceremonia del salto del toro, teniendo que pasar varias veces sobre el lomo de las vacas puestas en fila. Si se cae será considerado símbolo de mala suerte.
Y también que las mujeres hamer lucen en la espalda varias cicatrices producidas por los latigazos que reciben de los hombres en la ceremonia del salto del toro y que por increíble que parezca son ellas las que piden que les azoten, pues cuantas más cicatrices luzcan en la espalda más motivo de orgullo es.
Desde luego lo que me iba a encontrar era algo que no había visto hasta entonces en ninguno de mis viajes africanos. Llegar a la región del río Omo parecía ir al fin del mundo y suponía retroceder varios cientos de años en el tiempo. Lo que no me imaginaba en mi primer viaje es que dos años después llegaría yo solo a la zona del río Omo buscándome la vida como buenamente pude, viajando encima de sacos de pienso en camiones.
En mi segundo viaje, en el año 2004, ya fui solo. Me gustó tanto la experiencia del río Omo que volví a repetir y para ello me junte con otras tres personas y compartimos los gastos de un todoterreno para llegar a la zona. Más tarde visité el Lago Tana y la ciudad de Bahar Dar.
En el tercer viaje, en 2005, hice todo el recorrido completamente solo. Llegué a la región del río Omo viajando en camiones de transporte, una veces encima de sacos de pienso y otras veces junto con los miembros de las tribus que iban a los mercados. Pasé 10 días en Turmi, el principal poblado de la tribu hamer, visitando poblados de los alrededores y tuve la suerte de ver por primera vez la ceremonia del salto del toro. También en ese viaje visite la ciudad de Harar, la principal ciudad musulmana de Etiopía. Este viaje coincidió con un momento muy delicado políticamente en el país debido a las revueltas existentes contra el gobierno. Desde el primer momento que llegué la tensión se palpaba en el ambiente. El día en el que abandoné el país se produjeron 15 muertos en la capital por enfrentamientos con la policía. Al día siguiente los muertos fueron 45 y la capital se paralizó. Turistas que había conocido allí me informaron después que tuvieron que abandonar el país urgentemente sin haber podido completar su viaje.
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